Toda la vida me han tildado de estirada y os aseguro que no hay nada más ajeno a la verdad, la realidad es que soy despistada y eso va unido a un montón de dioptrías. En invierno tenía un pase, pero en verano la cosa se complicaba, si a esto le sumáis que a la playa bajaba sin gafas, imaginaros el resultado.
Para poneros en contexto debo describiros la playa de Ris. Es impresionante y debía ser considerada como una de las maravillas del mundo. He viajado y he conocido playas increíbles (Caribe, Thailandia) pero jamás han superado las de Noja. Un claro ejemplo es la playa Paraíso en Cuba, si os enseño las fotos podéis morir de envidia, pero la realidad era otra: la arena finísima y tan blanca que te cegaba, achicharraba de tal manera que era imposible ir descalzo; sólo había un par de sombrillas y las peleas por ellas eran de escándalo, riéte tú de las peleas de gallos...en este caso de gallinas; los adorables cangrejitos de playa eran centollos gigantescos dispuestos a atacarte al menor descuido, lo que aportaba un relax considerable; el idílico agua color turquesa casi transparente era peor que un caldo de pollo tibio, hacía menos calor fuera del agua que en remojo y a eso hay que añadir que era una balsa, no existían las olas... total que esa playa paradisiaca de folleto, para Leonor y para mí paso a llamarse playa Infierno.
Yo sabía donde estaba mi pandilla gracias al chalet verde, que era la referencia tanto para bajar a la playa por las dunas como para ubicarme y llegar al grupo al subir de la orilla. Cada verano me aprendía el traje de baño y toalla o pareo de cada uno e incluso su forma de andar o gesticular, aclaro que era algo innato, no premeditado ni que me propusiera memorizarlo, ya que en ese caso iba aviada...si tenía que tirar de mi memoria.
Una de mis guías además de la ubicación bajo el chalet verde, era el tamaño del grupo que crecía año a año, y como nunca me fallaban, seguía utilizando estas artimañas cual brújula para localizar a la pandilla, hasta que un verano en el que no paraba de llover, un domingo amaneció soleado y con el sol llegaron hordas de autobuses cargados de gente que se desparramaron sin orden ni concierto a izquierda y derecha de nuestro grupo. Al bajar a darme un baño no me fijé en dicha conquista del espacio y al subir hacia el grupo me equivoqué y a punto estuve de sentarme con el imserso, hasta que oí unos gritos que me aclamaban ¡¡Aquí, Lucía, aquí !! al girarme hacia los gritos veo que me está llamado Maca Ruigomez muerta de risa, por lo que al mirar a los que me rodean me doy cuenta de que me encuentro entre viejucos desconocidos, muy sonrientes, eso sí, que me invitaban amablemente a que me quedara con ellos.
Para solventar estos malos ratos para mí, aunque divertidos para el resto, mis padres dejaron que bajara a la playa con lentillas y para mí se abrió un mundo nuevo...el color del mar, la arena finísima, las ondas de la arena bajo el agua, los pececillos, los dibujos de los trajes de baño, la pelota de las palas, poder leer.. ¡¡ todo un descubrimiento !!...hasta que me tiré de cabeza del vivero para hacerme la chulita delante del chaval que me gustaba y me pegué tal planchazo que abrí los ojos y perdí una lentilla. Como no me atrevía a decírselo a mis padres anduve cegata medio verano, lo peor eran las noches que gracias a Manu Montero, el cañón de la pandilla y muy buen amigo tal y como me demostró haciendo de Lazarillo, pude salir a pesar de mi incapacidad visual que conseguía atenuar con un par de mistelas.
Como ejemplo os pongo la siguiente foto, veréis que tengo una mirada fija, escrutadora e incluso bucólica y etérea, como perdida en la nada, pues sí, nunca mejor dicho, perdida...vamos que ni me enteré de que Sete me la hizo a dos palmos de mis narices. Ese era mi triste nivel de visión aunque para otras cosas era positivo, todo el mundo tenía buen tipo y vivía rodeada de perfección ya que nunca veía los detalles, ya fueran buenos o malos.
La foto la hizo el fotógrafo oficial de la familia, es lo que tiene tener una familia grande, tenemos de todo para todos. Hay reportajes fotográficos fantásticos de todos los veranos gracias a Sete aunque se notaba que tiraba un poco hacia los suyos, como es natural, y parecía que en Noja sólo veraneaban los Ramos.
Por último, para que os quede claro que nunca fui una estirada sino más bien corta de vista, os contaré el suplicio al que me sometía uno de mis grandes amigos de la pandilla, el negro, al no querer entender que no veía bien. Como es bien sabido, la familia García de Lago gusta de comer viandas en la playa en lugar de subir a casa a medio día, así que ahí estaba yo cuando el negro nada más comer bajaba a la playa a torturarme (menos mal que a esas horas había poca gente) y se empeñaba en obligarme a jugar a palas.
Yo lo intentaba con toda mi alma, pero lo que no es, no es... si llegué a darle a la pelota alguna vez, no lo recuerdo, pero lo que no olvido es el castigo al que me sometía por que pensaba que fallaba adrede. Es verdad que levantaba la mano hacia la derecha cuando la pelota pasaba por mi izquierda o me daba directamente en la cabeza, lo que hacía difícil que pensara que yo lo intentaba con ahínco... entonces me perseguía dándome con la pala en el trasero hasta que entre risas le suplicaba que parara.
Jugar, lo que es jugar a palas, nunca lo conseguí y mira que me moría de envidia viendo jugar a tía Menchu con mi madre o a Javier y Juanillo, pero no estaba destinada a ello... ahora reirme y correr ese verano fueron todo una.
Estás remona en esa foto. Y en otras...
ResponderEliminar¡Gracias! Se nota que eres incondicional
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