lunes, 16 de junio de 2014

Mitos del Pop

Hay post que son más visuales que otros y este es un de ellos. Creo que la balanza se compensa tras el anterior post que era más de contar que de ver, así que espero lo disfruteis.

Tras varios meses sin hacer vida cultural desde la exposición de los guerreros de terracota, nuestra querida prima Irene nos ha ayudado a reactivarnos invitándonos a la exposición de los Mitos del Pop en el Thyssen.
Fue un lujo porque era visita previa a la apertura al público y aún así había bastante gente.


Además de los imprescindibles como Warhol y Linchtenstein, que me encantan, me sorprendió el décollage del cartel de la película Cleopatra de Mimo Rotella. Y de Wesselmann además de las obras de la clásica Coca Cola y Lucky Strike, me sorprendieron sus obras de vertiente más erótica.
Y como cierre la desmitificación de las Meninas"La salita" de Equipo Crónica que es para no perder detalle.






La verdad es que nos supo a poco, se nos hizo corta pero la disfrutamos, también nos ayudó la compañía de un chaval estupendo con el que coincidimos en el trayecto y que iba ideal vestido con chaqueta del Ganso incluida y me hizo perder el hilo en alguna ocasión por lo que me ví obligada a volver a ver la exposición está vez a solas con mi hermano Encho.



Como no se podía hacer fotos durante la exposición, me resarcí en la tienda de la salida y no pude dejar de fotografiar estas pegatinas para diferenciar las copas, ¿no son geniales?



Para sofocar el calor insufrible que por desgracia ya ha llegado a Madrid, nos fuimos a tomar unas cañas y unas tostas al Cervantes con Irene y su compañero. Tras tomar unas viandas, más bien escasas, todo hay que decirlo... desde ahí nuestros caminos se separaron, los trabajadores al tajo y los parados de paseo.



Como cierre de tarde nos acercamos al Retiro a dar una vuelta y descubrimos en la chopera, el Bosque del Recuerdo que se hizo en recuerdo de las víctimas del 11M. Consta de un total de 192 árboles, olivos y cipreses. uno por cada víctima de los atentados.


Aunque parezca mentira todavía nos quedan sitios por descubrir en Madrid y uno de ellos es el Bosque del Recuerdo. Os lo recomiendo, nos encantó.




Esta zona del Retiro al ser menos conocida está menos transitada y es mucho más  tranquila que la zona del estanque, así que decidimos tumbarnos en la sombra a descansar un poco... uno de los placeres de la vida.

¡¡Aquí me quedo descansando hasta la próxima!!


miércoles, 4 de junio de 2014

El absurdo por el absurdo

No sé porqué pero mi vida está plagada de situaciones absurdas, muchas veces he intentado encontrar un sentido a esto pero nunca llego a nada en claro, si después de leer este post vosotros vislumbráis alguna razón coherente os pido por favor que me lo hagáis saber.

En el trabajo me han pasado muchas, pero claro si tenemos en cuenta las horas de nuestra vida dedicadas a trabajar y más en mi profesión, la estadística es clara, a más horas más posibilidades.

Voy a empezar contándoos una situación sin pies ni cabeza vivida con un cliente que además de educado, simpático y cercano, era guapo (lo que no suele facilitar las cosas). Pues bien, estábamos en plena campaña con timings muy apretados y como siempre con urgencias de última hora, para sobrellevar este estrés tienes que tener nervios templados pero al final siempre acaba estallando por algún lado y ese día fue a través de un e-mail. Envié últimos cambios sobre unos bocetos para meterlo urgentemente en Arte Final, trasladando la importancia de respuesta urgente a Juan, el cliente, y despidiéndome amablemente con un sakudo, en lugar de un saludo. Como veréis en vuestro teclado la K está a la izquierda de la L, por tanto fueron las prisas las causantes del error. El caso es que como no contestaba mi e-mail, tras esperar con la cara pegada a la pantalla durante cerca de ½ hora, no hay que atosigar al cliente…le llamo y le pregunto si lo ha podido leer y me contesta que si pero que no se atrevía a contestarme por si le “sacudía”. Evidentemente tuve que releer mi email para entenderle y entonces dejé paso a la risa, lo que relajó al máximo la situación. Aún soy amiga de Juan aunque sólo mantengamos contacto por FB ya que trota por el mundo sin parar.

Una vez en el cliente, el tema no mejora, se supone que siendo cliente la presión es menor pero claro un jefe sigue siendo un jefe trabajes donde trabajes, ya sea agencia o cliente. Pues bien llegó un jefe nuevo al departamento y nadie le conocíamos así que pregunté a mis colegas de agencias por él, me dijeron que le apodaban “el paliza” ya que su apellido se parecía mucho fonéticamente hablando y era algo pesado en su forma de comunicarse, el caso es que cometí un gran error de confianza y acabé por pagarlo. Un día salió de su despacho muy nervioso porque no funcionaba algo de su móvil y pedía a gritos alguien que tuviera un Nokia y para mi desgracia tuve dos cosas en contra, además de tener un Nokia fui lenta de reflejos. Se abalanzó sobre mi móvil y me comunicó que iba a llamarse así mismo, palidecí, me entró taquicardia y le dije dulcemente… no déjame que ya te llamo yo…y él empeñado en que tenía que hacerlo él mismo para ver que salía en la pantalla al realizar la llamada, así que no me quedó otra que asumir lo que iba a pasar en breves instantes…conté los segundos…1…2…3… y por fín oigo “Con que paliza, ¿eh?”. Hubo un vacío que duró segundos, silencio sepulcral, nada se movía a nuestro alrededor hasta que reaccioné. Como es bien sabido no hay mejor defensa que un buen ataque así que levantándome para huir de ahí cuanto antes, le contesté “ no, si ahora tendré yo la culpa de cómo te apodan en la profesión”. El surrealismo no acaba aquí, viene detrás de mío preguntándome ¿hablan de mí en el sector?. ¡¡NO daba crédito!! Entré como una avalancha en el despacho de una amigo y compañero que me pregunta ¿Ceru porqué estás morada? Y detrás “el paliza” insistiendo en querer saber hasta donde llegaba su fama…
Como recuerdo suyo tengo un cuadro que me hizo al irse de la empresa y que tengo colgado en mi salón.


Reconozco que en la que os voy a contar ahora si tuve más culpa que en las anteriores pero es por un tema incontrolable de mi inconsciencia. Creo que es una herencia materna, por lo de no dar demasiada importancia a las cosas. 

Durante varios años he ido en moto por Madrid ya que trabajando en Gran Vía era imposible ir en coche todos los días sin comerte mil atascos y si a esto le sumamos mi pasión por las motos…pues llegamos mi Marauder 125 que conducía en aquella época. Era preciosa y la disfrutaba una barbaridad además de llegar a todos sitios en un santiamén. Hasta aquí fenomenal, pero como me negaba a ir al trabajo disfrazada de marimacho por el sólo hecho de ir a trabajar en moto, combinaba la custom con tacones y el día que os voy a relatar, en concreto, llevaba unos botines de charol negro con taconazo, ideales. El único fallo fue que al poner la pata de cabra está volvió a su sitio sin avisar y la que se apoyó en el suelo fui yo con moto incluida. El golpe se amortiguó con la moto de al lado que a su vez cayó sobre la de su derecha y así hasta derrumbarse unas 6 motos en cadena. No pude huir de semejante horror ya que estaba aprisionada entre la mía y la siguiente y hasta que no me ayudaron unos barrenderos a salir de ese revoltijo tuve que pasar la vergüenza de mi vida, ahí tan mona con mis tacones…Pero no acaba aquí la cosa, que va…aquí empieza…Con toda la dignidad de la que pude hacer uso, tras recolocar todas las motos con la ayuda de mis amigos barrenderos bajo la atenta mirada de medio Gran Vía, candé mi moto y las revisé todas, una a una, para ver si se habían dañado de alguna manera. Una vez que comprobé que estaban todas en perfecto estado subí a trabajar como si tal cosa aunque me tocó aguantar bromas toda la mañana. El caso es que cuando por la tarde voy a montar en mi moto para volver a casa veo una nota en la moto que decía así: “Soy un compañero tuyo de Telefónica, cuando te has caído con la moto has golpeado el tubo de escape de la mía, te agradecería te pusieras en contacto conmigo para los datos de la aseguradora. Muchas gracias. Fdo: XXX”. Ahora debo aclarar que XXX era un jefazo que me habían presentado la semana pasado para el que estaba realizando un vídeo corporativo para una convención a alto nivel. Primera reacción = ¡¡GLUP!! Unida a una sensación extrema de calor, previa al pánico…¡¡Y ahora…que hago…!!, sí o sí va a saber quien soy por los datos del seguro así que voy a tener que dar la cara y cuanto antes mejor.
Tras una noche dando vueltas sin encontrar solución alguna, vuelvo a la mañana siguiente al trabajo y le llamo por teléfono. Debo confesar que tenía todo a mi favor porque Diego es un tío estupendo, educado, profesional, sosegado, un encanto vamos

-          Hola Diego, buenos días, soy Lucía.

-          Hola Lucía ¿Qué tal, me llamas por algo del vídeo? ¿Necesitas algo? dime en que te puedo ayudar.

-          Noooo, es algo personal…mira es que estoy preocupada por que me han dicho que has hablado mal de mí y me gustaría que lo habláramos. (Aquí mi arraigada inconsciencia cumple un papel relevante, todavía no sé por qué dije algo así)

-          (Gran silencio) ¿Cómo? (más silencio) ¿Qué yo he hablado mal de ti? No, no he hablado con nadie de ti (primera en la frente, ni bien ni mal, no he hablado…). Te lo puedo asegurar, no sé quien te lo habrá dicho pero no es verdad.

-          ¿De verdad? …¿Diego, estás seguro?...

-          Sí…claro que estoy seguro.(con la mosca detrás de la oreja)

-          Entonces dime que no has puesto verde a quien te ha abollado la moto…

-          ¡¡Eres tú!! Me lo tenía que haber imaginado…El del kiosco me dijo que fue una chica y que estaba muy apurada revisando todas las motos… pero, tú…


A partir de ahí cada vez que teníamos una reunión, avisaba al resto de participantes de que no se pusieran a mi lado que tenía tendencia a caerme hacia los lados.

Para tranquilizaros os diré que el vídeo fue un éxito y que con Diego me llevé a las mil maravillas. Ese es otro punto a tener en cuenta en estas situaciones, que siempre acaban bien.

Por último voy a contaros un surrealismo de lo más divertido que me ha pasado en la vida. Esta vez no fue en el trabajo, fue después de una comida de ex compis cuando intentaba localizar un taxi para volver al trabajo. Como la sobremesa se había alargado iba apurada de tiempo y también es cierto que comimos con vino así que mis reflejos no estaban al 100% y debo anotar que era un día soleado y con mucha luz. Estaba parada en un semáforo de la C/Orense que no tiene paso de cebra, es sólo para coches y por tanto te tienes que fijar para saber que los coches paran por el semáforo y no por que sí.


Tras unos minutos intentando parar algún taxi sin éxito, eso sí entre charla y risas con amigos, frena uno a mi lado, así que me dispongo a entrar marcha atrás culete en pompa cuando oigo unos gritos desde dentro ¡¡¡Nooooo, noooo  que estoy aquí!!! del susto por los gritos y notar que se movía algo, yo también me pongo a gritar mientras me giro y sólo veo unos dientes blanquísimos y unos ojos aterrados. Cuando consigo serenarme me doy cuenta de que estaba a punto de sentarme sobre el regazo de un señor negro, vestido de negro, en un asiento negro… parapetándose tras sus brazos extendidos hacia mi. Me recompongo como puedo y le digo ¿no va a salir? y el todavía encogido y con cara de miedo contesta que no, entonces regañé al taxista por parar si no se iba a bajar el señor y entre carcajadas me dijo que paró por que había un semáforo…

Los coches de detrás pitaban y se reían señalándome, al taxista se le caló el coche del ataque de risa que le entró y mis amigos todavía me lo recuerdan entre carcajadas y lágrimas.
 Ni que decir que desde entonces, lo primero que meto en un taxi es la cabeza para examinar con lupa el interior antes de meter un pie.

Parece que con la edad estas situaciones van disminuyendo y la verdad es que las echo de menos porque tenían su punto ¿o no?